Van Gogh y la realidad

El 29 de julio se celebra la muerte de un pintor muy conocido por todos pero, a mi entender, igual de desconocido. Hablo del pintor holandés Vincent Willem van Gogh, hace unos días estuvo muy en boga debido a que resurgió el tema acerca de su vida si era un alcohólico, drogadicto, etc ... Bueno, antes de todo aclarar que a día de hoy he estudiado a muy pocos artistas - y más de aquellas épocas, en torno a los siglos XVIII- XIX- que no lo fueran y que en realidad no llevasen una vida fuera de lo moralmente establecido. En realidad para mí eso es lo que da forma entre otros muchos hechos a la creación de un artista, no me refiero con ello a que deba ser un borracho para ser llamado "genio", sino, el hecho de que todos acaban así por sus inquietudes, el deseo de sobrepasar los límites, los pensamientos revolucionarios, el no sentirse comprendido, valorado... el sentir que pertenece a veces a otro mundo, o como en el caso de Van Gogh, casi a otra época, en concreto a años pasados, como a la súbita irrupción de la Revolución Francesa, marcada por una fiebre imparable de superación y transgresión a un estado socialmente aceptado, pero que ya no conseguía seguir tragando más veneno.

Todos conocemos los hechos más característicos de la vida de Van Gogh como cuando se cortó la oreja, a lo que denominaban como locura, inestabilidad. Pero como aquí digo, eso fue simplemente una llamada de aviso a la sensibilidad del otro y que al no ser contestada colgaría en un suicidio como única salida.

Van Gogh crecerá en una familia ortodoxa, tuvo diversos trabajos como encargado de la galería de arte de la familia, pero que no parecía ser para él; hereda de su padre, de tendencia calvinista y sensible, el intento como predicador evangelista, redirigiéndose hacia la zona de Borinage o también conocido como "país negro", marcando, no solo su primera etapa, sino el resto de su vida.

Allí, movido por una realidad cruda, ennegrecida y casi olvidada se convirtió en el apoyo a los más necesitados, a los mineros, quienes se encontraban en un momento de plena explosión del movimiento socialista. Personas que sobrevivían mientras el ojo crítico de un Émile Zola los retrataba brutalmente en su obra Germinal: 

"Alicia, tan pequeña y endeble para tener nueve años, que ni siquiera la hubiera sentido, si no fuese porque se le clavaba a menudo en las costillas la joroba de la enferma. La puerta vidriera estaba abierta, y por ella se veía el corredor y una especie de antesala, donde el padre y la madre ocupaban otra cama, junto a la cual había sido necesario instalar la cuna de la más pequeña, Estrella, que tenía tres meses no cumplidos. Al fin, Catalina, hizo un esfuerzo desesperado. Se estiraba, crispaba las manos y se tiraba de los cabellos rojizos, y tan enmarañados, que se le venían a la cara. Era muy delgada para los dieciséis años que tenía; no enseñaba, fuera de la especie de funda que le servía de camisa, más que unos pies azulados, como tatuados por el carbón, y unos brazos delicados, de una blancura de leche, que contrastaban grandemente con el color de la cara, cuyo cutis estaba ya estropeado por el continuo lavarse con jabón negro. Otro bostezo le abrió la boca, un poco grande, con unos dientes magníficos en medio de la palidez clorótica de las encías, mientras que los ojos le lloraban a fuerza de quererse abrir, dándole una expresión dolorosa, que parecía hinchar de fatiga su desnudez entera."

A lo que Van Gogh consideraba como "los mejores tratados sobre la época actual". Fue así, junto a la realidad deshumanizada, un pasado revolucionario marcado por la caricatura de Daumier que conseguía disparar a las mismas entrañas en una solo imagen, el color que moldeaba las formas de Delacroix y sobre todo, los temas campesinos de Millet; es como Van Gogh buscaba entre la ceniza ya aquel vaivén histórico que tanto le ardía en el pecho, el sentimiento de unión, de ayuda, de lucha por una causa común y envuelta en un aura espiritual, donde lo mínimo forma parte esencial de la vida. Todo aquello que ya estaba casi olvidado. 

Así fue como comenzó su verdadero oficio, el de pintor, con sus Comedores de patatas, de un concentrado sentimiento, remarcado por unas manos que trabajan la tierra, la mina; que tocaban y agarraban del mismo modo la comida que se podían llevar a la boca "La mano de un trabajador es mejor que el Apolo de Belvedere".  Cargado de realismo y apoyado por este entiende la naturaleza como la verdadera semilla del conocimiento hacia lo que nos rodea; y el hombre es un añadido a esa naturaleza, comprendiendo pues "no conozco mejor definición de la palabra arte que esta: "El arte es el hombre añadido a la naturaleza""

Esto es lo que comprende su época oscura, pues ya en París, en 1886, aquellas ideas se habían entremezclado con el olor a humo y se habían roto en mil pedazos: Zola ya no defiende a Manet, los Impresionistas se difuminaban y luchaban entre ellos en la guerra civil y las ideas revolucionarias del 89 dejaban de existir. Sumergido en un ambiente totalmente diferente al que se esperaba, en el que los Impresionistas habían dado el pistoletazo de salida a un tipo de arte totalmente desvinculado a lo normativo, Van Gogh lo abraza. Torna entonces a la más pura explosión de color que a su vez nos introduce en aquella realidad que él mismo experimentaba, como el Café de noche/Arlés, como si de un Kandinsky se tratara relaciona los colores a las formas; el café queda abierto solo a los últimos hombres de la noche, se sacian la vida a base de tragos en una sala que quema, que abrasa y que más bien parece una tragicomedia. 

"En mi cuadro Café de noche traté de expresar cómo el café puede ser un lugar donde uno se puede arruinar, volverse loco o cometer un delito. Finalmente intenté expresar algo semejante a la potencia de las tinieblas de un matadero con contrastes de rosa suave, rojo sangre y heces de vino, dulces verdes Luis XV y Veronés, contrastantes con los verde-amarillo y los duros verde-azules, y todo ello en una atmósfera de horno infernal y de pálido azufre."